Existe un principio fundamental: el principio de la igualdad ante la ley divina y la humana. No porque un niño haya nacido en cuna de oro puede acceder a privilegios que para un niño en cuna de paja están negados.
Hacer oídos sordos a este principio es desconocer la realidad y fomentar el individualismo más recalcitrante. Si se analiza la realidad nacional y se compara con la realidad de otros países con menos recursos, como Cuba, nos daremos cuenta que la calidad no pasa solamente por un asunto de dinero, sino que además, tiene que ver con un asunto de justicia y buenas prácticas. Estas buenas prácticas dependen de la voluntad, de aquella que a lo mejor nuestros gobernantes no quieren tener. Negar la realidad es mentir a la ciudadanía, creer que las cosas se están haciendo bien, es engañar con falsas promesas y esperanzas que nunca llegan, sobre todo a aquellos que más lo necesitan.
Nadie dice que todo se debe "regalar" porque el término en sí es facilista: las cosas no se regalan, pero se adquieren como un derecho. Este principio de igualdad en derechos no debe mal entenderse, sino que debe apuntar a lograr que la carta magna de nuestro país se modifique de una vez por todas, para que la tan defendida "libertad de enseñanza" no sea traducida como brecha y desesperanza para los más pobres.
No reflexionar al respecto también es negar la posibilidad de evitar el individualismo. Reflexionar es pensar y pensar no puede ser una oportunidad sólo para unos pocos.
Es inevitable no conmoverse con las imágenes y los testimonios de alumnos (nuestro futuro) que exigen y piden a gritos y consignas que la educación mejore y que el dinero que por ley les pertenece no termine engrosando las cuentas bancarias de los sostenedores. Cuando un alumno falta, o se perfila como irresponsable lo condenamos; lo condenamos cuando pide que no se hagan clases o no muestra interés. Pero esto es distinto: los alumnos piden calidad y los gobernadores no pueden seguir dilatando un problema nacional.
Hemos de esperar que no nos mostremos indiferentes ante esto y que por lo menos tengamos la voluntad de reflexionar en torno a ello.
"Las estrellas brillan para todos, solo hay que saber mirar"
Diego Guerrero Soto